lunes, 11 de enero de 2010

Insaciable


Otra vez muriéndome a fuego lento
en la incertidumbre de no saber que pasa,
que culpa tengo yo de todo esto
capaz no he sabido amarte como has querido
o es tan sólo que eres el insaciable de siempre
al que nunca puedo conformar no importa el empeño que ponga en ello.
Decídete que es lo que quieres,qué andas buscando
no entiendes que si no tienes a Dios adentro nada te saciará
serás un mero reptil que vaga por la vida como velero a merced del viento en una terrible tormenta.
Es preciso que entiendas que debes tocar fondo para poder crecer,debes caer al abismo del sucio fango y revolcarte el alma y cuando ya no puedas más pedirás al cielo auxilio y ¿ quién crees que te oirá?
Mi amado y dulce Señor.

domingo, 10 de enero de 2010

No te entiendo


Te juro que no entiendo que es lo que buscas hacer con lo nuestro
por momentos me haces sentir en el paraiso
y al rato me arrojas con tus palabras fuertemente contra el piso
me torturas,me desarmas vuelvo a sentirme nada
sabiendo que te equivocas, que valgo mucho
y que tu mundo se desarmaría sin el mio
porque es mi fuerza la que te alienta la que te impulsa a conquistar
lo que se cruce en tu camino.
No te das cuenta que soy yo la que te edifica cada minuto perdonando tus agravios
la que ama aún al adolescente que hay en ti y que nunca crece.
Quisiera que madures de una vez y para siempre
que te des cuenta la mujer que tienes a tu lado
y que realmente decidas que es lo que quieres:
amarme u odiarme.
Por favor deja ya de estirarme de un lado y del otro porque a pesar de ser maleable como un junco
estoy harta de tu juego perverso.
Yo solo pretendo cuidarte no como una madre sino como una esposa que juró
estar al lado tuyo en las buenas y en las malas.

sábado, 2 de enero de 2010

Esclava de un Dios terreno



Yo era la que te amaba.
Era yo la que te daba la vida a cada momento.
Era mi alma la que corría a buscarte
todo el tiempo.
Eran mis brazos los que deseaban abrazarte en el silencio.
Era yo la que vivía con tu imagen en mi cuerpo,
la que te tomaba las manos anhelando cada encuentro.
Yo era la que moría por llamarte y para ti eran mis ruegos.
Era mi voz la que te recitaban plegarias hasta en sueños. Yo era la que buscaba tu amor por todos lados.
Y tú el que justificaba tu lejanía a cualquier precio.
Era yo tu esclava, tu prisionera, la adoradora de
un Dios de carne y hueso.
Solo yo era la que te donaba el corazón sin miramientos. ¿Y tú que eras, qué eres, quien sos?