sábado, 14 de marzo de 2009

A Mamáma



Idelina Loizaga de Sténico
en San Lorenzo naciste,
la cuna de la abuela Ángela.
Sólo una hermana te brindó
la vida, pero Dios te compensó
dándote mil amigas.

Uniste tu alma a Juan
el gigante,el de los
ojos tiernos y la risa fácil.
Cinco flores a cual más
bella te florecieron: Neneca, mi madre,
la samaritana y la compañera,
Irán, el más fachero, el generoso
con sus sobrinos, el que plantó
un hijo en su corazón.
Chela, la de corazón más bueno,
la maestra de primer grado
de José María.
Osvaldo, el gran arquitecto,
el tío querido,
laburador y chinchudo,
solterón empedernido.
Y el benjamín mimado
por todos: Graciela,
la bella, la estrella de la familia,
la actriz número uno,
la de dientes blancos y piel de canela.


Querida Mamáma,
gracias por tus hijos
que son tíos míos.
Gracias por mi madre
que por ella vivo.
Gracias por el pino
que has plantado en mi jardín.
El pino de la vida,
el del amor y la esperanza,
para darme tu ejemplo de
niñita buena.
Mamáma, no te has ido.
Te tengo en mi pecho
cual gorrión herido.
En mi corazón, cuna te formé,
en mi vientre, casa para tus espinas,
en mis noches, luz para tus mañanas.
En mi cielo, verano para tu calor.

Abuelita amada,
en mi jardín suspiras.
Estas viva en mis entrañas.
Cuando estuve muerta en vida
te presentaste junto a otras
dos almas. Dijiste: “Alice vení
aquí es tan lindo y te queremos.”
Faltaba tomar tus manos de humo
para que me subas.
Pero Dios no quiso, no estaba en su
agenda yo aún anotada.
No dudo un instante que al
final del camino de la vida te encontraré.
Tú me arrojarás piedritas para que no me extravíe.
Me pondrás tu anillo en mi zapato
para que no me olvide.
Me dirás: “Planta hoy, que hoy es la siembra.”
Y te diré: “¡Es cierto, y mañana la cosecha!”
Querida, amada abuelita, como olvidar tu risa
casi carcajada. Como olvidar tus ojos de gacela sorprendida.
Nunca te olvidaría si eres parte de mi vida,
si soy luz de tus entrañas.
Olvidar no podré jamás ya tus canas, como hebras de plata que coquetas cepillabas.
¡Grande Mamáma! Mar de inmensidad, eterna enamorada.
Te veo aún subir la rivada, la que viene del puerto,
la de las lanchas,
con tus hombros encorvados pues era pesada tu carga.
Cuando tú llegabas, presurosa corría a abrazarte
y decía muy fuerte:
“Llegó Mamáma.” .La fiesta se armaba, llegaba la reina de todas las casas,
la de setenta y tantos abriles y quince en el alma.
José, mi amado, te invitó a nuestra casa un día y una cama de dos plazas preparamos para ti, para que te sientas a tus anchas.
Fue poco antes de tu triste despedida.
Fue la última vez que pisaste con tus pies mi casita blanca.
Al vivero fuimos juntas, cómo tantas veces, para hablar de plantas.
El helechito azul de Bariloche me regalaste y en la repisa del comedor presidió mi mesa.
Pero tonta, ¡qué niña! por no saber cuidarlo se me murió.
Yo sé que en el cielo me estas preparando un jardín hermoso como el del principito.
Sé que habitas un planeta blanco como el de las margaritas que en tu casa plantabas.
No olvido tus cartelitos: té, azúcar, cariño, cocido, café, guayaba, dulce de leche, bizcochos, pan fresco y galletas.
Yo en cada uno veía tu alma pura, tu estampa, tu corazón de muñeca y tus pies llenos de palmas.
Naciste un 6 de noviembre y un 6 de noviembre partiste.
Desnuda como viniste. Herida como viviste.
Pero si lloro tu ida más canto por tu partida, porque en la mesa de Dios
colocas, margaritas.


Plegaria para ti

Le pido a la estrella aquella que veo brillar en el cielo
que proteja tu ser con todas las fuerzas
ya que yo desde aquí lejos no puedo.
Le pido a la luna que blanca se eleva
en la noche plateada
que peine suavemente
uno a uno tus cabellos.
Le pido al río bonito del norte
que te acune despacio
como a un niño dormido.
Le pido a la barca que te lleva
que te meza y te traiga hacia mí
algún día de estos
cuando te canses de estar lejos
y quieras estar conmigo.
Le pido a la aurora
que ilumine tu rostro
y que guíe tus pasos por el fresco sendero
que conduce a mi casa
donde siempre te espero…

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