lunes, 1 de junio de 2009

Habita en mí




Oh, señor
que mi cuerpo sea tu morada.
Habita en mí eternamente
y no te vayas.
Siéntate en las costas de mis piernas
y guarécete a la sombra de mis caderas.
Si sientes frío,
cobíjate al abrigo de mis sienes,
y si hay tormenta o nieve
tu refugio será el calor de mi vientre.
Querido Señor,
que te sientas cómodo
en mi casa,
y cuando el sol queme
tu cabeza de plata
bebe del sudor de mis palmas
y reposa tu cansancio
en la fronda de mi pelo.
Espero no ofenderte Señor,
ofreciéndote mi humilde cuerpo
como morada.
Te cuidaré y cuídame tú también.

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