domingo, 22 de marzo de 2009

El Sultán de desierto

En un desierto vivía un sultán muy presumido.
Quería conquistar el mundo y se creía único.
A todos despreciaba y su vil mirada
hacía temblar de miedo a cientos de viajeros.
Un día como cualquiera al salir de su tienda,
recibió una gran golpiza que lo dejó semimuerto.
Lo llevaron entre muchos a cobijarlo entre sedas,
y los mejores doctores acudieron presurosos,
pues el sultán se moría y la ciencia no bastaba.
Uno tras otro pasaban y recetas mil probaban,
pero ninguna servía para hacer volver en sí
al sultán que más temían.
De repente a uno de los galenos se le ocurrió
como por encanto encomendarse al cielo y dijo:
“Dios mío, te pido por la mejoría de este tu siervo”.
Y luego de varias lunas, de idas y venidas
el sultán abrió sus ojos para el asombro de muchos.
Y lo primero que dijo fue: “Dios me ha hecho
despertar porque le he prometido ser bueno
y para ello me ha dado una segunda oportunidad.
Heme aquí para intentar el mal cometido borrar,
y no me dejen, les pido, esta promesa olvidar.”

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